Escribir no es fácil cuando las emociones siguen latentes,
emociones que están cargadas de fuertes pendientes esquiadas desde la
ignorancia de un vacío infinito, emociones creadas a golpe de piolet sobre
corredores donde el crujir del hielo era el único sustento a la vida efímera
que en aquellos momentos creíamos vivir, emociones que nacen, crecen se
reproducen y NO mueren porque las emociones en la montaña no pueden morir.
En la montaña nada muere y todo se transforma.
Las emociones no pueden morir porque van cargadas de vida,
de historias compartidas y vividas entre amigos, de situaciones puras….que sería
la vida sin estas emociones?
Vengo de Benasque de compartir muchas horas en la montaña
junto a Jordi Tosas y Miguel Carabel, horas en las que he tenido tiempo de aprender,
aprender de la forma más pura y pasional que existe y que solo unos pocos
tienen el don de enseñar. A Jordi le debo lo que me ha enseñado sobre esquí de
montaña y alpinismo en estos dos últimos años, sabe convertir lo difícil en
fácil, es capaz de gestionar tus movimientos desde unas simples palabras, Jordi
en definitiva es parte de las montañas de forma activa. A Miguel le debo esa
tranquilidad que sabe aportar en cada momento de respiro intenso, sus palabras
pausadas y serenas están llenas de sinceridad, y sobre todo le debo el sentir
que en numerosas bajadas yo tenía un ángel de la guarda velando por donde iban
a pasar mis esquíes.
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